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Oftalmopediatría

La visión es el sentido de la relación social por excelencia, del aprendizaje y de la comunicación. Su ausencia o disminución suponen una seria minusvalía para el individuo que las presenta con importantes consecuencias para su desarrollo. La detección precoz de un defecto de visión puede permitir su corrección total o parcial, así como la intervención temprana y la educación especial pueden disminuir los efectos en aquellos casos en que no se pueda evitar la ceguera total o parcial.
La edad de la población infantil que se atiende ha descendido notablemente. Entender y valorar el período de plasticidad y labilidad sensoriales es fundamental para corregir defectos que puedan inducir patologías como estrabismo o ambliopía.
Si hablamos de estadística, un 5 % de la población infantil padece de estrabismo, y un 15 % defectos refractivos, lo que habla de un 20% de los niños que necesitarán cuidados médicos durante su etapa de desarrollo visual, que va desde los 0 a 12 años.
Valorar la repercusión en el plano intelectual y psicológico de la mala visión, nos alerta y descubre inquietudes.
El examen oftalmológico forma parte del examen sistemático del recién nacido. Buena parte del mismo lo realiza el pediatra-neonatólogo. El ojo estructuralmente al momento de nacer está relativamente bien desarrollado anatómicamente, pero muy poco en el aspecto funcional. Desde el primer día abre sus ojos espontáneamente durante las fases de vigilia, y puede fijar una cara, especialmente la de su madre. Hay que asegurarse del aspecto normal y simétrico de los párpados y globos oculares. La transparencia y dimensiones de la cornea, así como los reflejos pupilares informan de la salud del órgano en desarrollo. A través de la pupila también, se observa el cristalino, su transparencia y ubicación y la retina con su desarrollo vascular principalmente, tarea netamente del especialista.
Desviaciones intermitentes pueden contemplarse hasta los 6 meses, y nunca una desviación permanente se considera normal.
En los dos primeros años se controla el paralelismo en su posición, y la calidad en la fijación y seguimiento, así como la tolerancia-rechazo a la oclusión de cada ojo.
Entre los tres y cinco años, es un período fundamental en los cambios de los componentes ópticos que llevarán al buen desarrollo visual. Etapa óptima, salvo excepciones, para correcciones quirúrgicas o refractivas (lentes). La valoración se realiza en consultorio, por medio de juegos, o se solicitan estudios más complejos de ser necesario.
Entre los 6 y 10 años, se realiza un examen más exhaustivo, gracias a la respuesta verbal de los niños, con tablas de optotipos. Aunque no se constate patología, es conveniente el seguimiento y vigilancia.
Es importante valorar el examen oftalmológico y considerarlo en protocolo desde el nacimiento, y acompañando el crecimiento y desarrollo de nuestros niños, asegurándonos un pronóstico favorable para los problemas visuales de la infancia, si los hubiera.

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